Corum - Trilogía de las Espadas, por Michael Moorcock


El Multiverso de Michael Moorcock es un espacio complejo donde coexisten incontables planos y esferas, dando pie a millares de mundos distintos los unos de los otros, pero que son recorridos por una constante: la lucha entre la Ley y el Caos y su sometimiento a la Balanza, entidad de carácter neutral que impide que una fuerza triunfe definitivamente por sobre la otra.
Uno de estos mundos es habitado por los vadhagh, una raza humanoide que tras miles de años de conflicto con los nhadragh ha terminado viviendo en pequeños grupos relativamente aislados y dedicándose por entero al cultivo de las artes y la ciencia. En su aislamiento han olvidado lo que significa estar amenazados e ignoran que los mabden (humanos) han comenzado a perder el miedo que otrora sentían hacia sus grandes conocimientos y habilidades mágicas. Ahora, los mabden, criaturas guiadas por el caos, han comenzado a exterminar a todos los vadhagh y han llegado, finalmente, al castillo donde reside la familia de Corum Jhaelen Irsei, el Príncipe de la Túnica Escarlata.
Así comienza la historia de Corum, campeón de la Ley, quien terminará recorriendo los planos y el tiempo en su lucha contra el Caos, acompañado de Jhary-O-Conel, compañero de campeones, y de Rhalina, consorte de campeones.


El sello Marlow, perteneciente a Edhasa, publicó la primera trilogía de Corum en un solo tomo, gracias al cual podemos disfrutar de las novelas "The Knight of the Swords", "The Queen of the Swords" y "The King of the Swords", publicadas todas allá por 1971. Con posterioridad a estas aventuras, el Príncipe de la Túnica Escarlata protagonizó una segunda trilogía la cual lamentablemente no está en castellano y que, seguramente, terminaré adquiriendo en su original en inglés.
En cuanto a la saga que nos ocupa, Moorcock exhibe la que fue una de sus principales virtudes durante la década de los setenta: la de crear y cerrar, en forma coherente, una historia en relativamente pocas páginas. Lo que parece un mal de los autores actuales, incapaces de narrar algo en menos de mil páginas, Moorcock lo conjura con total éxito. La trilogía se lee en poco más de 500 páginas, poquísimas para los estándares contemporáneos, pero que permiten una lectura liviana y ágil. Con los años, Moorcock comenzaría a extenderse un poco más, escribiendo novelas más convencionales en ese sentido (v. gr. Gloriana).
Otro de los aspectos que más disfruto de la narrativa de Moorcock es la naturalidad con la que pasa de situación en situación sin escatimar en recursos fantásticos. Evidentemente, esto a veces parece un poco desconcertante, toda vez que los viajes entre planos y la aparición de criaturas fantásticas llega a ser abrumante, pero debe entenderse bajo la lógica interna de su ciclo del multiverso: la lucha entre caos y orden permite la existencia de azares como estos.
Eso sí, y en esto me gustaría hacer hincapié, una cosa es el transcurso continuo de situaciones anormales y otra, muy distinta, es que la resolución de muchas de las mismas quede entregado a deus ex machinas, a soluciones ad hoc. En ese sentido, Moorcock al menos no abusa del cliffhanger como recurso narrativo (como sí lo hace, por ejemplo, George R.R. Martin) porque se ocupa de resolver de inmediato los conflictos que presenta, pero muchas de estas resoluciones implican la aparición, justo a tiempo de algo que cambia las tornas (la clásica llegada de la caballería en los western) o derechamente de cualquier recurso en poder del héroe que en ese momento funciona. Entiendo que esto podría explicarse en el sentido de que Moorcock pretende liberar a sus héroes de las cadenas de los dioses y entregarles un mundo en el que sean libres para actuar según su propio albedrío. Es por ello que el héroe parece muchas veces una pieza más del mecanismo, y no un sujeto realmente capaz de sobreponerse a los obstáculos, de modo que muchas adversidades simplemente se resuelven por la intervención de otras fuerzas. Sin embargo, no dejo de pensar que ello desmerece un poco a esta trilogía en concreto, pues llega un punto en que sabes que ciertas situaciones no las resolverá Corum por sí mismo, sino que será "salvado" por otra entidad o fuerza, y cuando tal presentimiento se cumple, simplemente la historia se vuelve menos apasionante.
Dejando atrás la crítica, creo que es también importante ahondar en el hecho de que Moorcock usa a Corum para expresar una idea que queda muy patente en libro que cierra la trilogía, aunque puede ser advertida creo desde mucho antes, esto es, la ya referida intención de "liberar" a sus personajes. El mundo que despliega es duro y castiga a aquellos que evaden los problemas y las luchas cotidianas, y lo hace sometiéndolos a una suerte de cruel fatalidad, que es definitiva la gran enemiga de Corum. Su conflicto contra el Caos deviene, finalmente, en lucha por la libertad, y es eso lo que provee la mayor satisfacción a aquel que se adentre en las aventuras del último de los vadhagh.

Aquellos que disfruten con las historias de espada y brujería encontrarán aquí un buen nicho. Hay, además, una serie de cómics basados en esta trilogía, publicados hace ya un par de lustros por First Comics y que tienen como principal aliciente el dibujo de un entonces joven Mike Mignola.

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